El turismo mundial enfrenta un desafío creciente: la concentración de visitantes en pocos destinos icónicos, lo que genera saturación, deterioro ambiental y una experiencia poco satisfactoria tanto para el viajero como para la comunidad local. Frente a este escenario, surge una estrategia clave: orientar el turismo hacia las regiones, diversificando los flujos de visitantes y abriendo nuevos atractivos que permitan un desarrollo equilibrado. Un país que ha trabajado con éxito esta estrategia es Japón.
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La concentración turística y sus impactos
En muchos países, el turismo se ha centralizado en grandes ciudades o en lugares emblemáticos. Japón, por ejemplo, recibe millones de visitantes en Tokio, Kioto y Osaka, destinos que concentran gran parte de la oferta cultural, histórica y urbana. Sin embargo, esta presión turística ha generado problemas como la congestión del transporte, el aumento del costo de vida para los residentes y la degradación de sitios patrimoniales, como los templos de Kioto.
Este fenómeno, conocido como overtourism, no solo afecta la calidad de la experiencia del turista, sino que también limita las oportunidades de desarrollo para otras regiones con gran potencial.
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La apuesta de Japón por las regiones
Ante este reto, Japón ha impulsado políticas de descentralización turística, promoviendo el descubrimiento de áreas rurales, montañosas y costeras que antes pasaban desapercibidas para los visitantes internacionales. Ejemplos claros son:
• Hokkaido, en el norte, que ha ganado notoriedad por sus paisajes nevados, estaciones de esquí y gastronomía basada en productos del mar.
• Prefectura de Tottori, antes poco visitada, hoy destaca por sus dunas de arena únicas en el país y su conexión con el manga y la cultura popular japonesa.
• Regiones rurales de Kyushu y Shikoku, que ofrecen experiencias de turismo termal, agrícola y espiritual, vinculadas a templos y rutas de peregrinación.
Estas iniciativas no solo descongestionan los destinos tradicionales, sino que además distribuyen los beneficios económicos, generan empleo local y fortalecen la identidad cultural de comunidades que antes quedaban al margen del turismo internacional.
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Beneficios de orientar el turismo hacia las regiones
1. Sostenibilidad ambiental: al diversificar los flujos de visitantes se reduce la presión sobre ecosistemas y monumentos patrimoniales.
2. Desarrollo económico inclusivo: las regiones menos conocidas pueden generar ingresos y oportunidades laborales.
3. Experiencias auténticas para el viajero: el turista encuentra contacto con tradiciones locales, gastronomía típica y paisajes únicos, lejos de la masificación.
4. Conservación cultural: al poner en valor prácticas ancestrales, artesanías y festividades, se fortalece el sentido de pertenencia comunitaria.
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Lecciones para otros países
El ejemplo japonés demuestra que la clave no está únicamente en promocionar lo más famoso, sino en gestionar el turismo como un sistema integral. Esto implica inversión en infraestructura regional, campañas de promoción digital multilingüe, alianzas con operadores internacionales y, sobre todo, participación activa de las comunidades locales.
Países como Colombia, con una riqueza cultural y natural distribuida en todo su territorio, pueden inspirarse en este modelo. La descentralización turística permite no solo descongestionar lugares como Cartagena o Medellín, sino también abrir al mundo destinos emergentes como el Pacífico, la Orinoquía o pequeños pueblos patrimoniales.
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Conclusión
Orientar el turismo hacia las regiones es una apuesta estratégica que equilibra la sostenibilidad, la economía y la cultura. Japón ofrece un ejemplo claro de cómo, al promover destinos menos conocidos, se descongestionan los sitios más visitados y se abre un abanico de experiencias únicas para el viajero. Este enfoque no solo diversifica la oferta, sino que convierte al turismo en una herramienta poderosa de desarrollo regional y de conservación del patrimonio cultural y natural.